MÉXICO, D.F. (apro).- Al grito de “¡2 de octubre, no se olvida!” el
Comité del 68 y el movimiento #YoSoy132, junto con varias decenas de
miles, marcharon de la Plaza de las Tres Culturas a la Plaza de la
Constitución para recordar el 44 aniversario luctuoso de la masacre
estudiantil durante el gobierno del priista Gustavo Díaz Ordaz.
La
tradición de marchar para repudiar la peor masacre estudiantil en la
historia de México, hoy aseguró su continuidad con la entrega simbólica
de la estafeta del fundador del Comité del 68, Raúl Álvarez Garín, a los
chavos de escuelas públicas y privadas que conforman el movimiento
#YoSoy132, quienes aprovecharon el micrófono para quejarse por lo que
ello consideran la “imposición” de Enrique Peña Nieto en la Presidencia
de la República y protestar contra la aprobación de la Reforma Laboral,
la cual, dijeron, representa un retroceso para los derechos de los
trabajadores.
Alrededor de las 19:00 horas los contingentes
andaban desperdigados: Unos frente al Palacio Nacional en un templete
improvisado arriba del toldo de un camión prestado por el Sindicato
Mexicano de Electricistas (SME). A un costado de la sede del Gobierno
del Distrito Federal, otro mitin sobre el camión del Movimiento Nacional
Independiente.
Frente a la catedral, junto a Palacio Nacional,
uno más de estudiantes de la UNAM. El resto se separó de la marcha para
ir a protestar al Senado, porque alguien escribió en las redes sociales
que los granaderos les lanzaban gases lacrimógenos a los manifestantes
que desde la mañana rodearon el recinto en protesta por la Reforma
Laboral.
La manifestación comenzó con un inusitado orden. Los de
#YoSoy132 pedían que se formarán por “brigadas”. Antes, una
representante estudiantil le pidió a Álvarez Garín desviar la marcha
para cruzar por el Senado, pero el exlíder del Consejo Nacional de
Huelga (CNH) se negó con el argumento de que se trataba de un acto
conmemorativo por los caídos en Tlatelolco, no para protestar contra la
Reforma Laboral.
Al final, un contingente de estudiantes desvió el
camino rumbo a la sede legislativa, en el cruce de Reforma e
Insurgentes. En el Zócalo, Álvarez Garín habló por el Comité y después
cedió el micrófono, quienes usaron el altavoz más como una catarsis;
muchos no tenían idea clara de qué pasó en Tlatelolco.
Desde el
mediodía comenzaron a juntarse las generaciones: Los sobrevivientes del
68 con los que quieren sobrevivir el 2012. Cuarenta y cuatro años de
diferencia. Una misma consigna: repudio al gobierno priista por la
masacre estudiantil.
Jesús Martín del Campo vio similitudes entre
ambas épocas. La diferencia era que antes protestaban contra un régimen
opresor; ahora, contra un neoliberalismo represor.
“Ahora con
Enrique Peña Nieto tenemos un augurio terrible porque es una mezcla de
Díaz Ordaz con Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari. En el 68 era
portador el movimiento contra la represión y opresión de un régimen
intolerante con la disidencia. Ahora es lo mismo pero en su fase
neoliberal”, comentó en entrevista con Apro.
El
antecedente, dijo, fue la represión en San Salvador Atenco, en 2005,
cuando Peña Nieto era gobernador del Estado de México. Incluso, recordó
que en su visita a la Universidad Iberoamericana Peña Nieto dijo que
estaba orgulloso de haber impuesto el orden, tal como lo dijo Díaz
Ordaz. Con eso regresa el sistema represor.
Durante la marcha
solamente había una bandera tricolor. Las demás traían el color blanco
al centro, signo de paz en el escudo donde el águila devora a la
serpiente. El verde y el rojo se tiñeron de negro, el color del luto.
Frente
al monumento erigido en 2008 en memoria de las víctimas de la masacre,
unos danzantes cantaban en lengua indígena, otra señora rezaba un
rosario; se colocaron veladoras. Un grupo de jóvenes escuchando,
incrédulos, que el Ejército entró a las preparatorias, mató estudiantes
sólo por protestar; que del martes 26 de julio al 1 de octubre de 1968
los estudiantes de medicina reportaron mil cincuenta muertos. El
gobierno mintió en las cifras y los medios de comunicación callaron.
El
choque generacional se convirtió en relevo cuando los sobrevivientes
llegaron a pedirles a los jóvenes que no olviden la masacre porque cada
vez son menos los que participan. En el movimiento, ya son de la tercera
edad y ahora les toca a los jóvenes defender los derechos que pretenden
arrebatarles los gobiernos neoliberales.
Esta vez la marcha del 2
de octubre fue distinta a las de años anteriores: Desde muchachos de
escuelas públicas y privadas; el chico punk leyendo La Fuerza del Sol,
un periódico perredista; dos señores izando la bandera del Partido
Comunista de México; un estudiante trajeado cargando su mochila del
América; un grupo de rock nada politizado contratado por la delegación
Cuauhtémoc mezclándose con las canciones de protesta de los años
setenta. Los “darks” ahora son minoría. La gente cantando
“Latinoamérica”, de Calle 13; y los mayores, “Don’t let me down”, de The
Beatles.
Cuando llegaron miembros poco conocidos del comité que
no quisieron dar su nombre, fueron increpados por Carlos Antonio Beltrán
Macías, cuyo nombre figura en la lista de víctimas en el memorial
porque, afirmó, el gobierno lo dio por muerto. Dijo que pasó 42 años
encarcelado. Un grupo de jóvenes se acercó a escuchar su historia y
levantaban las cejas cada vez que narraba sus torturas.
“Ojalá que
no pase que cuando no estén los sobrevivientes se olviden del 68”, dijo
una señora que confesó a su acompañante que cada año piensa que podría
ser su última marcha sin haber visto la justicia.
Insólita marcha
custodiada por un incontable y exagerado número de granaderos que se
arremolinaron desde el paso a desnivel que une a Tlatelolco con
Garibaldi y culminó en Bellas Artes, sobre el eje Central. Los policías
obligaron a los contingentes a marchar sobre avenida Madero. Ahí se
unieron el SME, el Sindicato de Telefonistas y del Instituto Mexicano
del Seguro Social, así como el STUNAM y su líder Agustín Rodríguez, que
siempre permaneció bajo el templete.