ANTUNEZ, Mich., (proceso.com.mx).- El panteón municipal se llenó como
si fuese el Día de los Fieles Difuntos. Las notas de un grupo musical
se escuchaban entonando corridos de vida y muerte. Pero los gritos
desgarradores de Juana rompían el sincopado de las canciones. “¿Por qué
me lo mataron?” preguntaba a gritos, con la cara empapada en llanto,
mientras el cadáver de Mario Pérez Torres era enterrado.
“¿Usted
cree que se va a calmar esto?” preguntó al reportero María Elena, la
sobrina de Mario, con ánimos de encontrar una pisca de esperanza.
El
miedo es el invitado especial a los sepelios de Mario y Rodrigo
Benítez, quienes fueron enterrados acompañados de cientos de habitantes
de este poblado, que ha sido controlado por el grupo criminal “Los
Caballeros Templarios” desde hace años.
“Tenemos
miedo de que se vayan estos señores (los policías y el Ejército)y nos
dejen solos, por eso no queremos que los desarmen” explicó María Elena,
prima de Mario, casi a los pies de la tumba donde la gente se arremolina
para despedir al jornalero recolector de limones que fue asesinado el
lunes en la noche por un soldado.
Mario y Rodrigo participaron en
la manifestación del lunes pasado, cuando el Ejército irrumpió en varias
poblaciones de “Tierra Caliente” para desarmar a los grupos de
autodefensa ciudadana que llegaron días antes con el objetivo de
expulsar a “Los Caballeros Templarios”.
“Nadie estaba armado,
fueron balas de los soldados que los mataron. No es cierto que nos
enfrentamos con ellos, primero tiraron al cielo y luego nos dispararon”
dice un joven que asegura haber sido testigo de la muerte de Mario y
Rodrigo.
La prima de Mario apuntala: “Somos pura gente de trabajo,
recogemos limón, no ofendemos a nadie. Todos trabajamos para vivir,
pero ya no tenemos para comer porque no nos dejan trabajar”.
La
queja de María Elena se debe a que los “Caballeros Templarios” no los
dejaban trabajar más de tres días a la semana, imponían el precio de la
carne, el huevo y la tortilla. Y, además, les cobraban cuotas.
Sumado
a lo anterior, un rumor está causando pánico en la población: “Nos
quieren envenenar el agua y el pan. Nos quieren matar a todos”.
El
desamparo se refleja en sus preguntas: “¿Qué vamos a hacer si regresan
esos señores?”. Un hombre soltó: “Preferimos morir defendiéndonos de una
bala del Ejército que amarrados y que nos corten toditos los
Templarios”.