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#YoSoy132 y la infiltración neoliberal

Estamos a un año del “accidente” que casi le cuesta la elección al presidente impuesto de México, Enrique Peña Nieto del Partido Revolucionario Institucional. Para todos fue sorprendente que las muestras de repudio y militancia por la causa social se dieran en una de las universidades privadas más acomodadas del país: la Universidad Iberoamericana. Los jóvenes estudiantes de la Iberoamericana increparon al entonces candidato Peña, en una presentación de campaña en el auditorio principal de su campus, con preguntas que incomodaron y ridiculizaron al tardo candidato de Televisa. Su fascismo voraz, exhibido al referirse con soltura y bravuconería a su brutal represión a los habitantes de San Salvador Atenco, como gobernador del Estado de México en mayo 2006, serviría como la pólvora que desataría la ira del estudiantado y obligaría al candidato a buscar refugio en los baños públicos del campus universitario para después abandonar las instalaciones por la puerta trasera entre gritos de “asesino” y “Atenco no se olvida”.
Al día siguiente la consigna de la cúpula PRIista fue la de “apagar la llamarada de petate”, bien saben los PRIistas que es muy peligroso prender la mecha de la rebelión juvenil. El autoritario Pedro Joaquín Coldwell, haciendo gala de su vena diazordazista, acusó a los estudiantes de ser unos “porros” y “acarreados” al servicio de facciones políticas contrarias a la candidatura del “Golden Boy” Peña Nieto. Esa fue la llamarada incontrolable que hizo de #Yosoy132 un movimiento que unió a todos los universitarios del país en contra del candidato del salinismo, el candidato de la violación de derechos humanos, el candidato de los pactos “abajito del agua” con Emilio Azcárraga, el candidato de los robos millonarios en la administración de Montiel, el candidato de la telecracia y el Grupo Atlacomulco.
Desde sus inicios el movimiento de estudiantes, en su mayoría de universidades públicas, se impuso como la única fuerza que podría revertir, meses antes de la elección, el circo mediático de Televisa y su imposición de un mediocre político de segunda línea para convertirlo en presidente de México.  Ya en la primera Asamblea General celebrada en las islas de la UNAM se percibía un espíritu combativo de toda la juventud en contra de la continuación del modelo neoliberal que ha empobrecido hasta la inanición a más del 60% de los mexicanos y ha puesto al país al servicio de los grandes capitales extranjeros y sus cúpulas financistas. Las estructuras de poder temblaron; la televisión, la radio, la prensa tenían la consigna de desmantelar el movimiento a como diera lugar: una elección comprada estaba en riesgo.
Como es bien sabido, el PRI es experto en infiltración y desmantelamiento de movimientos sociales. Para ello se sirven de la intimidación, el dinero, la “captación de talentos” y otras medidas extremas (recordemos a los muertos de 1968). Estemos claros, el movimiento 132 siempre tuvo el impulso necesario para romper con el status quo impuesto por una democracia burguesa que nos ha querido anestesiar de las injusticias, el saqueo financiero, el empobrecimiento del campo y la narcotización de la política con las jeringas de la “libertad”, la “prosperidad” y un “futuro promisorio” que “mueve a México”. Es precisamente el discurso contestatario de #Yosoy132 el que preocupó al PRI y al gobierno fallido de Acción Nacional, la dupla partidista que busca afianzar el proyecto neoliberal en México. Surgió la consigna de infiltrar al movimiento estudiantil por cualquier medio necesario. Para ello se sirvieron de una pseudo-universidad que es más bien un “instituto tecnológico” (léase: ‘tecnocrático’), el ITAM; cuna de ilustres personajes como: Felipe Calderón Hinojosa (genocida del pueblo mexicano), Juan Molinar Horcasitas (Guardería ABC), Alonso Lujambio (ideólogo PANista ultra-conservador), Luis Téllez Kuenzler (caso Purificación Carpinteyro), Ernesto Cordero Arroyo (narco-lavador financista ahora presidente del Senado), Georgina Kessel (ex Secretaria de Energía de FCH que buscó vender soberanía energética de México a la Shell y British Petroleum), Emilio Lozoya Austin (actual presidente de PEMEX que busca su privatización y venta a empresas extranjeras), Luis Videgaray Caso (Secretario de Hacienda y principal operador de Peña), por mencionar a algunos de los ITAMitas más sonados en las últimas dos administraciones. En general, podemos pensar en el ITAM como una fábrica de tecnócratas al servicio del salinismo y su proyecto neoliberal-privatizador. Es curioso que una universidad como el ITAM haya tenido un interés desmedido por un movimiento que entre sus principales consignas se encontraba el anti-neoliberalismo; un modelo político-económico enseñado en sus aulas por egregios personajes como el ex secretario de Hacienda del salinismo Pedro Aspe y el doctrinario ultra-neoliberal de la Universidad de Chicago Isaac Katz Burstin (cuyas alucinaciones friedmanianas pueden ser leídas con regularidad en el periódico El Economista).
Podríamos pensar que se trataba del despertar de jóvenes acomodados ITAMitas que se unían por primera vez a la lucha histórica por la justicia social y el respeto a la dignidad del hombre, lo cual habría significado la rebelión interna en el seno del templo doctrinal neoliberal por excelencia. Por el contrario, el continuo sabotaje del movimiento por parte de los rostros más visibles ITAMitas dentro de 132 nos hace pensar que sus intenciones no tuvieron ni una triza de nobleza. Recordemos por ejemplo, la auto-asumida vocería en medios de comunicación de Antonio Attolini, estudiante de Ciencia Política de aquél instituto y cercano a las huestes de Carlos Salinas de Gortari vía su comparsa Jorge M. Galván, ferviente militante PRIista y comodín de Luis Videgaray.